martes, diciembre 26, 2006

El Sur Dominicano



















En esta ocasión, junto Leo, Nuria y Santi ( hija y yerno ) nos aprestamos a descubrir una de las zonas más desconocidas de la Rep. Dominicana. En algunos tramos estuvimos acompañados por Wladi y Bernardo, un amigo cubano residente en Miami de paso unos días por Rep. Dominicana.
Y como en el entreacto de escribir este comentario, volvimos a realizar parte de la Ruta con las amigas Siss y Lindura, ellas tambien formaran parte de estas Andanzas sureñas.

Playa Najayo es el primer destino de nuestra Ruta, una típica playa dominicana, no descubierta por el turismo pero sí por unos pocos extranjeros residentes que gustan de compartir con los locales, bailar y beber las deliciosas frías dominicanas.
Varios locales ofrecen a pié de playa sus deliciosos pescados y toda una variada gama de comida típica dominicana. Lo que más me atrajo, fue el puesto de alquiler de grandes neumáticos viejos de camión como eficaz salvavidas y objeto de divertimento marítimo.
Wladi y comenzaron en este lugar las primeras de su larga e interminable consumición de cervezas Presidente.
Palenque es un enclave situado en la costa dirección hacia Bani, de un cierto pasado esplendoroso pero ahora en un lamentable estado y lugar de escaso interés para el viajero, continuamos rumbo a Bani, famosa por sus renombrados mangos banilejos y por ser la ciudad de nacimiento de Máximo Gómez, para seguidamente, dirigirnos hacia sus Salinas y Dunas de arena.
Llegar a las salinas representa transitar por una zona militar plagada de cáctus y áridas tierras. Las salinas cuentan con una serie de hotelitos y un amplio espacio urbanizado para tomar el sol, compartir unas cervezas y ó degustar un buen pescado.

Llegamos a la laboriosa Barahona para continuar sin descender del coche hacia Playa San Rafael, lugar en donde pensábamos comernos un suculento pescado cocinado con fuego de leña.
Playa San Rafael guardara siempre en mi interior un bonito recuerdo, no solo por la suculenta langosta que engullí, sino por el amable y cálido trato de que fuimos objeto, como por las confidencias establecidas con la pareja formada por Nuria y Santi. Un año más tarde, Siss y Lindura también entraron a formar parte de este entramado de confidencias, complicidades, amistad y felicidad que parece propiciar el lugar.
San Rafael y la cercana Playa de los Patos, son lugares de recreo y esparcimiento de lugareños, esplendidos paisajes y una inmejorable ocasión para conocer como se bañan los dominicanos, con profusión de ropa y escasos bikinis en ellas. Imposible observar el Top Less tan clásico en otras latitudes.
Conviene visitar Casa Bonita, un lugar digno de figurar entre los Hoteles con Encanto y con bonitas vistas al mar.

Tras interminables kilómetros que se deben medir en horas y no en metros. Llegamos a la fronteriza Pedernales.
El hostal D’Oleo Mendez con la singular Bartolina al frente nos acogió y permitió aliviar el descanso, sus habitaciones no deberían envidiar para nada algunos caros hoteles de la capital. Cenamos unos ricos manjares y algunos nos fuimos a recogernos en brazos de Morfeo…otros, traspasaron la frontera Haitiana para
burlar la “ley seca” dominicana y beber, bailar y compartir hasta mucho más allá de las doce horas, fatídico número que obliga a cerrar todos los lugares de ocio y diversión en suelo dominicano.

Al día siguiente, lunes, lloviznaba ó harineaba en el lenguaje coloquial dominicano, el camino hacia el cercano puesto fronterizo estaba plagado de mujeres con la carga en la cabeza, pequeños motores en ambas direcciones y algunos camiones repletos de carga.
La explosión de colores, olores y sabores en el mercado fronterizo es algo sencillamente extraordinario, una sensación difícil de plasmar en un relato, es un sentimiento interior, una vivencia, algo que solamente el ojo digital de una cámara es capaz de reflejar para la posteridad.
Decenas de seres humanos luchando por sobrevivir, intentando negociar con toda clase de objetos y mercancías, desde papas a zapatos, de arroz americano a gallinas criollas, de ropa usada a inservibles aparatos mecánicos. Todo el mundo ofreciendo y pidiendo, todo en venta. Cualquier cosa es buena si se trata de conseguir un beneficio, de lograr algunos chelitos con los que llevar algo de comer a casa para la familia, para los niños… para comprar romo ó adquirir la felicidad en algún prostíbulo fronterizo.
Las últimas lluvias habían destrozado parte de la infraestructura y el pequeño y estrecho puente que vadeaba el rió no era suficiente para permitir el paso de la riada humana, algunos atravesaban el cauce con el agua a la altura de media pierna, otros en desvencijadas bicicletas…una mujer joven se dedicaba a su limpieza personal en medio del rió ante la lasciva mirada de ojos masculinos. Otra mujer más entrada en años lavaba la ropa a escasos metros de la anterior.

Niños, decenas de niños, quizás cientos. Se ofrecían a guiarte, acompañarte, ayudarte en la compra, aconsejarte sobre lo mejor…
La Frontera con Haití, permite comprender mejor las ansias de los ciudadanos del vecino país por establecerse en Dominicana, la pobreza extrema, el hacinamiento, el desorden, las mujeres bañándose en el rió, único medio para poder disfrutar de una cierta higiene personal… nos ofrecían alguna de las claves para entender el llamado “ problema haitiano”

Tras el deambular por el mercado, nos dirigimos hacia uno de los lugares más emblemáticos de toda la Rep. Dominicana no sin antes pasar por El Hoyo de Pelempito, un bosque nediterraneo en pleno Caribe. Kilómetros y kilómetros de pino ubicados en lo que cuentan, es un inmenso cráter realizado por un meteorito al chocar contra la Isla de la Española. Hoy un esplendido mirador, permite contemplar el inmenso bosque y saber un poco de las especies que allí se encuentran.Cabo Rojo y su carretera pintada de rojo por el incesante tráfico de camiones cargados de bauxita hacia los barcos que la transportan hacia Puerto Rico, es él último enclave que visitamos antes de llegar a nuestro destino principal.

La entrada al Parque Nacional de Bahia de Las Aguilas es toda una bendición para los amantes de la fotografía. El pequeño poblado conformado por unas desvencijadas casas y un par de cuevas excavadas en la roca, forman parte de un surrealista paisaje de niños desnudos, pescadores, barcas y un litoral que se antoja de ensueño.
Tras el obligado pago de unos pocos pesos para traspasar la verja de hierro y dialogar con el vigilante sobre el estado del camino, cruzamos una extensa zona de cáctus y pequeños matorrales que surgen de entre unas rocas muy parecidas a metales fundidos. Tras unos veinte minutos de travesia, solo apta para 4 x 4, llegamos a un pequeño lugar que hace la vez de descanso y parqueadero para los vehículos.
Tras un enorme corte entre las rocas, nuestros ojos descubren uno de los paisajes más hermosos que nunca hubiera si quiera soñado. La Bahia de Las Aguilas, por fin la tenia ante mí, las piernas me flaqueaban y la emoción me embargaba. Allí estaba una de las pocas joyas de la naturaleza Dominicana todavía no mancillada por las manos del hombre.

Recorrimos en un corto paseo de unos quince minutos la distancia hasta la playa de finas y blancas arenas. El agua transparente y azulada ofrecía un espectáculo inigualable, cientos de peces, ajenos a nuestra presencia nos envolvían, conformando una imagen difícil de olvidar.
Nos aposentamos bajo la sombra del único árbol con altura suficiente para que pudiésemos permanecer sentados bajo su cobijo. Continuamente entrábamos en el mar y nos sumergíamos una y otra vez, en esas aguas tranquilas y transparentes. Todo el entorno de la bahía transmitía paz y tranquilidad. Paseamos por la fina arena. Volvíamos a entrar en el mar. Así durante horas…
El tiempo parecía detenido alrededor y nadie quería ser el primero en dar la voz de partida. Finalmente tuvimos que emprender el regreso, en silencio, compungidos…Me hubiera gustado quedarme a pasar la noche en ese maravilloso lugar.
Bahía de Las Aguilas es un lugar paradisíaco en donde la Naturaleza se conserva todavía en estado primitivo, lejos todavía, de la continua depredación del ser humano. Ojalá, continué así por los siglos de los siglos.

PD. No olvidar los repelentes antimosquitos ni zapatos adecuados, tanto para andar por los caminos, como para pasear por la arena.

Al regresar realizamos una breve parada en la paradisíaca Playa Los patos. Un refrescante chapuzón en las frías aguas del rió que desemboca en ella, nos preparó para el largo camino hacia la capital dominicana.


Oriol Vicente Cardona

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno tu relato. Es interesante y muy ilustrativo.Las imágenes excelentes.

Anónimo dijo...

Oriol,

Es que leer y contemplar esas imágenes de la República Dominicana para mi son siempre un deleite. Retratas la esencia de un pueblo, transmites humanidad. Tal vez nunca te allá mencionado, pero a esa bendita tierra la conocí a mis 17 años en un viaje como misionera laica católica, de la organización Obras Misionales Pontificias de San Juan Puerto Rico. Tenía 17 años pensé ser católica por convicción y pensé tener vocación, ahora a mis 33 te cuento que la única religión que practico es la de Mario Benedetti; “la conciencia” y la vocación de servicio donde mejor se manifiesta es en la cotidianidad. Aún así conocí mejor esa Inteligencia Suprema que llamamos Dios, a través del alma de un pueblo humilde, auténtico y feliz a pesar de tantos yugos, de tanta hambre, miseria, indigencia. Pero como el pueblo dominicano es rico en esencia, un pueblo de espíritu fuerte y sonrisa amplia, no hay que verlo con lastima, ni compasión, hay que verlo con orgullo, con cariño y admiración.

Me recorrí buena parte de esa tierra de exuberante belleza. Fue hace mucho pero aún tengo gravados los caminos, los rostros, las palmas de las manos, la sonrisa, la música, el color, los olores, los sabores, los parajes, el voceo… las caritas de los niños dominicanos.
Anduve por San Cristóbal, Palenque, Peralta de Azua, Santiago Rodriguez, Santiago De Los Caballeros, Montecristi, Dajabón, Restauración, Boca Chica, San Pedro de Macorís, Hato Mayor… en fin que me lo recuerdo con mucho cariño. Trabajé en el hospital pediatrico Robert Reid Cabral (El Angelita) y me hospedé en la Prolongación Desiderio Arias en Bella Vista, por los transformadores, entre la 17 de Febrero y la Bolívar.

Luego continué visitando el país por gente buena, muy buena que quedaron como amigos y cuando pensé que hasta allí llegaba mi historia con la República Dominicana, el destino dio un “U turn” insospechado y para tan reciente como el 2005 estaba rentando un departamento en pleno Gazcue, a pasos del Parque Independencia y el Paseo del Conde. Haciendo compras en la Duarte y citándome con una amiga en la librería Tesaurus, degustando kibbes (quipes) y como Urania en La Fiesta del Chivo… embrujada con ese típico olor a fruta fermentada por el candente sol caribeño que brilla intenso en Quisquilla La Bella.

Después conocí la obra de Juan Bosch y cada frase, oración, párrafo, cada cuento era revivir una estampa mitad vista, mitad imaginada de La República. Así me pasa con tus Andanzas amigo Oriol, como te dije es un deleite. Dios bendiga La República Dominicana, su suelo, sus recursos, pero sobre todo esos millones de almas que sonríen y dan desde lo poco, que al fin de cuenta es muchísimo y de seguro más de lo que capaz tienen otros.

Oriol… gracias por regalar pedacitos de esencia, de almas, gracias por compartir tu cariño sincero, tu arte y un abrazo para ti y los tuyos. Mi cariño para mi amiga siempre Mayra Ivelisse Acosta y su esposo Mauro en Santo Domingo, para Doña Milagros su madre en San Juan de la Maguana, para mi amiga Intercuentera Ruth Josefina Ruiz y a mi amigo Leonardo Sabater ambos en Sto. Dogo. También un saludo en la inmensidad de los tiempos a dos niñas que habitan mi memoria desde que por la fuerza del destino se cruzaron en algún momento en mi camino; Yulissa que me veía con los ojos del alma, que me pedía le contara de Puerto Rico hasta que encontré su cama vacía, a Titina que me atendía con cariño y respeto pero con mirada tímida (ya debe ser una mujer), Navila que es toda mágica y le debo mil historias. Y a ellos, a Nicolás y a Micaela, de quienes no tengo idea de dónde puedan estar y tampoco sé si me recuerdan pero que la última vez que los miré a sus ojos ingenuos, que los besé en sus cachetitos suaves y los abracé apretados con la promesa de volver, también pisaban justamente el suelo dominicano.

Daritza

PD: Oriol, compártenos siempre tus andanzas.

sinremilgos@gmail.com
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mangudeyuca dijo...

Gracias Daritza, se me humedecieron los ojos.
Desde ya, cada vez que busque el botón de la cámara para inmortalizar una escena ó mis dedos tecleen en busca de inspiración para escribir sobre esta bendita tierra, pensare en tí.
Gracias amiga.
Oriol