domingo, octubre 29, 2006

PLAYAS DEL SURESTE






PLAYAS DEL SURESTE

Partiendo de la ciudad de santo Domingo en dirección este y tras pagar, el para mí, siempre sorprendente peaje de salida de la ciudad, nos encontramos a escasos ocho kilómetros con la población de Boca Chica. Allí dos poco profundas playas nos esperan, la de Andrés de Boca Chica y la de Boca Chica.
La primera con el típico sabor y color dominicano, coches hasta casi la misma orilla, pequeños chiringuitos con alquiler de sillas y mesas, fuertes olores de fritura ( pescados y plátanos fundamentalmente), niños jugando en la arena bajo la atenta mirada de sus cuidadores y cientos de vendedores ambulantes transitando entre el agua y los cocoteros.
La segunda, bulliciosa y extremadamente ruidosa en fin de semana es el típico ejemplo de playa visitada tradicionalmente por los residentes en la capital, transformada en un lugar de intercambio sexual entre nativas/os y turistas entrados en años de toda procedencia.
Por lo demás, una bonita playa para disfrutar de sus calientes aguas, saborear un buen pescado, tomar un delicioso jugo y recrear la cámara con todo un mundo de luz y color. Nos marchamos de Boca Chica con un cierto mal sabor de boca.
El coche nos llevo a Playa Guayacanes, un pequeño pueblo de pescadores en donde es fácil encontrar algo que podemos apreciar en pocos lugares en Rep Dominicana, la mezcla de lujosas mansiones con pobres edificaciones de madera y zinc, mezcladas, entrelazadas en una hermandad solidaria en donde nadie mira a nadie por encima del hombro y en donde los lugareños, no se aprovechan del turista.
Llegamos en mal momento, el Restaurante El Pescador con sus pocas habitaciones había sido destruido por el fuego… pero el propietario juraba que en pocas semanas lo tendría de nuevo en pie. Le prometimos volver a comprobarlo. Playa Guayacanes es la antitesis del turismo en Rep. Dominicana, sus sencillas y gastadas mesas de madera, las descoloridas sillas, los parasoles en donde resulta difícil descifrar antiguas inscripciones publicitarias, la sencillez de sus gentes, la natural amabilidad, la hospitalidad de sus hoteles y casas le impregnan de un sabor difícil de olvidar. Decididamente es uno de mis parajes preferidos.
Nos recreamos unos instantes para captar imágenes y pasear por la extensa playa que nos lleva hasta el pequeño hotel de Playa Esmeralda, un coquetón lugar donde se puede disfrutar del Todo Incluido sin bullicios ni otras zarandajas de la especialidad.

De Playa Guayacanes a Juan Dolio cinco minutos, allí, nos detuvimos en Dreams, un pequeño barcito de playa en donde sirven unos buenos combinados y del que me gustan especialmente sus Bloody Mary. Pero lo mejor de todo es poder compartir un rato de animada charla con Margot, la mama de Chica Latina, una buena amiga a la que solo conozco por Messenger que vive en Alemania pero con la que compartimos el amor por estas benditas tierras.
Dejamos a Margot rogándonos por quedarnos un rato más y nos dirigimos hacia la Cueva de Las Maravillas, unas enormes grutas en donde se pueden observar algunos grabados de la cultura Taina y muy bien conservadas y urbanizadas. Desde allí nos dirigimos hacia Altos de Chavon, una joya de la arquitectura italiana en pleno Caribe, quizás a algunos puede parecerles una excentricidad ó a otros un lugar surrealista, personalmente me gusta el lugar, tiene edificaciones interesantes, escuela de artesanos, un mirador impresionante sobre el río Chavón, una relajante vista del Campo de Golf y un interesantísimo anfiteatro en donde a menudo se representan actuaciones de categoría internacional. Los Restaurante, bares y tiendas de recuerdos, mejor ni mirarlos… se nos agotaría el presupuesto en un abrir y cerrar de ojos. Altos de Chavón por si solo, constituye un buen aliciente para recorrer los casi 90 kilómetros de distancia que lo separan de la capital dominicana.

Siguiendo la carretera que nos lleva a Higuey, encontramos un desvió a la izquierda que nos lleva hasta Bayahibe, una pequeña aldea de pescadores transformada en un destino turístico internacional por obra y gracia de los inversores internacionales. Una bonita vista de la playa con una pequeña pero hermosa construcción colonial de fondo, un pequeño paseo bordeando el agua, los pequeños y típicos puestos de venta de artesanías, la presencia de un pequeño cementerio cuyas tumbas son prácticamente bañadas por las aguas del caribe, un puesto de la Marina Dominicana y al final un monstruoso hotel Todo Incluido que nos impide continuar nuestro paseo. Los propietarios del Hotel se han adueñado de la playa, del agua, de la arena, de la policía turística… La Politur, la Policía de Turismo dominicana, cuyos agentes deberían de estar al servicio del pueblo y de los turistas, están al servicio de los intereses privados … una gran trifulca, no exenta de gritos y empujones, nos hace desistir de nuestras intenciones de continuar paseando, retomamos el camino del cementerio y nos detenemos en un pequeño colmadón en donde, entre unas ruidosas pero lindisimas bachatas, nos tomamos “unas frías”( el nombre con el que se conoce a la cerveza en Rep. Dominicana ), jugamos unas partidas de dominó para relajarnos y un poco más adelante nos sentamos a comer en uno de los varios restaurantes de playa que existen en el lugar.
Un moro de gandules, ensalada y un delicioso pescado, fue el menú que nos ofreció Mama Rosa, una simpática dominicana que no paro de facilitarnos informaciones y conversación sobre el lugar. Mama Rosa nos recomendó encarecidamente la visita a isla Saona. Francamente, no habíamos incluido la isla en nuestro recorrido por parecernos excesivamente turístico el destino y no queríamos toparnos con los desfiles de viajeros llegados de los Hoteles de la cercana Bávaro.
Disfrutamos de la playa, del ruido de las olas, de la preciosa vista de las pequeñas embarcaciones fondeadas frente al Restaurante, del trasiego de pescadores y del ruido de los cientos de turistas en transito hacia ó desde Isla Saona.
A media tarde, recogimos velas y nos dirigimos hacia Higuey, en donde mis acompañantes, querían realizar una visita a la basílica y orar ante la Virgen de la Altagracia.
La Basílica de la Altagracia en Higuey es de una sorprendente originalidad y cautiva por su simplicidad de líneas, un importante punto de peregrinación de gentes de todos los lugares de la isla, recibiendo también, un buen aporte de feligreses de otras latitudes de Latinoamérica principalmente.
Finalizada esta parte religiosa de la excursión emprendimos el regreso hacia Santo Domingo, no sin antes conjurarnos para prometer, que regresaríamos de nuevo a Bayahibe para realizar la visita a Isla Saona tal y como le prometimos a Mama Rosa.

Oriol Vicente i Cardona


lunes, octubre 23, 2006

Finde en Samaná













Un finde en Samaná

Este relato es la andanza de un grupo de seis amigos hacia el encuentro de uno de los parajes más bonitos de República Dominicana.
Salimos de la capital a las 6 AM , la ciudad aparecía casi desierta, solo unos pocos vehículos transitaban por las siempre atestadas vías de circulación y nuestros rostros cargados de sueño, eran también un auténtico poema.
Merce, Víctor, Maria, Wladi, Leo y yo, no obstante el sueño, estábamos contentos de emprender juntos esta visita que la mayoría desconocía.

En pocos minutos llegamos al peaje de salida hacia el Norte de la isla. Curiosa esta costumbre de pagar peaje por la salida de la ciudad. Rápidamente nos encontramos con los bellos paisajes de los campos que rodean Villa Altagracia, cuna del querido baladista dominicano Sergio Vargas, hoy convertido también en Senador. Atrás fuimos dejando Piedras Blancas, Bonao y abandonamos la Autopista Duarte rumbo a San Francisco de Macorís, carretera en mal estado y con sus siempre perpetuos tramos en construcción.
Atravesamos verdes campos de arroz , así como la limpia y bonita ciudad de SF Macorís, pasados unos pocos Km. en dirección Nagua, nos detuvimos a desayunar, queso frito, costillas de cerdo, fritos, batata y ya con el cuerpo lleno y la sonrisa en los labios, hacia el primer destino de nuestro viaje, Los Apartamentos Sol de Oro, en donde la amiga Fiorella, nos recibió con su tradicional amabilidad y su inimitable acento italiano.
Dejamos el ligero equipaje y casi sin respiro recorrimos los casi 70 Km. Que nos separaban del Salto del Limón.
Samaná empezaba mostrarnos sus bellezas.
Iniciamos la primera subida desde la hospitalidad de la humilde casa de Doña Querida, quien se quedo al cuidado del coche, la subida estaba en buen estado y seca, unos metros después el llano en donde una típica casa de campo dominicana nos ofrecía la primera posibilidad de descanso, pasamos de largo e iniciamos la serie bajadas y subidas que entre palmeras, cocos y pequeños campos verdes, os llevó hasta la orilla del poco caudaloso rió que atravesamos para iniciar la “dura”bajada hasta el Salto.
Realmente, el Salto del Limón, no tiene mucho de espectacular si lo comparamos con otros, pero el encanto del entorno y las pequeñas lagunas en donde el chapuzón se impone, bien valen la visita… lo jo.di.do, es la subida rompepiernas, sobre todo para los faltos de ejercicio, que éramos la mayoría.
A modo de impresión muy personal, recomendaría la visita al Salto, solo ha falta de otras alternativas, últimamente esta muy masificado y el encanto que ofrecía antaño con sus bucólicos paisajes pseudodescubrimiento y aventura selvática, dista mucho de la imagen actual de grupos organizados, sombrerito de paja y orondos michelines rojos al uso “eurocaribean”. Es triste recorrer unos treinta minutos en pleno Caribe, dando los buenos días cada treinta segundos, escuchando el “ falta mucho todavía “ y es “muy bonito, pero el camino muy duro”,etc,etc.
La comida en Rancho Santi en el pueblo de Limón, una auténtica pasada. Santi, un asturiano que lleva ya muchos años afincado en el lugar, junto su esposa Suni, han conseguido construir un paraíso para los sentidos culinarios, económico y de mucha calidad, el bacalao estilo dominicano, el pollo criollo, la carne de res, las habichuelas, los fritos ó las aceitunas para picar, estaban sencillamente deliciosas.

Y de nuevo en ruta, rumbo a Las Terrenas un lugar antaño paradisíaco, hoy convertido en un complejo turístico, donde se amalgaman diversas nacionalidades occidentales con el pueblo dominicano y un buen número de hombres y mujeres ( sobretodo mujeres) llegadas de la vecina Haití. Turismo de playa y sol, alejado de los Todo Incluido, turismo de marcha, discotecas, quads, motores y también pudimos detectar indicios de Turismo Sexual, jóvenes, demasiado jóvenes a la caza del turista sexagenario y no tan jóvenes, dispuestas/os a ganarse unos cuantos eurodólares a costa de sus agraciados encantos.
Un refrescante baño en unas cálidas y transparentes aguas, una distendida conversación bajo los siempre presentes cocoteros, contemplando una tímida puesta de sol, fueron el preludio de un agotador trayecto de regreso a Nagua, plagado de estafas ( nos sirvieron mucho menos combustible del que nos cobraron ), lluvia, espléndidas vistas sobre la Bahía y la habitual temeraria conducción dominicana, agravada por las constantes luces largas de los automóviles locales.
Ducha, cena y cama, en busca del reparador sueño para afrontar cómodamente la siguiente etapa… pero eso sí, antes una relajante caminata por la playa observando las aguas del atlántico bañadas por la radiante luna llena dominicana, todo un lujo para los sentidos.

Después de un breve chapuzón matutino y un suculento y abundante desayuno a base de mangú, huevos, jugos y café, emprendemos viaje hacia Las galeras, en el extremo más alejado de la península de Samaná. Atravesamos Santa Bárbara de Samaná contemplando los escasos vestigios coloniales ingleses ( Trujillo mando destruirlos todos excepto la iglesia ), nos maravillamos con la contemplación de Cayo Levantado y observamos el Hotel de estilo colonial inglés cobijado por un hermosísimo trozo de carretera plagado de árboles que la convierten en un verde y frondoso túnel.
Llegamos a Las Galeras y nos topamos con la única decepción del trayecto, el coqueto y típico Hotel Club Bonito, ha cambiado de propietarios y están procediendo a su remodelación, esperemos sepan mantener el encanto del lugar.

Conversamos con los pescadores que transportan a Playa Rincón, pero optamos por trasladarnos hasta allí en coche, el camino es asequible y podemos captar extraordinarias instantáneas, campos, palmerales, caballos, casas de madera, conucos, niños, baches, muchos baches, muchísimos baches… pero merece la pena, nos dirigimos hacia una de las playas más bonitas del mundo.
Pero en el camino, una parada obligada en Playita, una pequeña playa de fina arena y con cocoteros sumergiéndose en el agua, casi desierta, una maravilla de la naturaleza de la que no me atrevo a hablar mucho por miedo a que pierda ese encanto de playa solitaria.
Desde lo alto divisamos la bahía en la que se asienta Playa Rincón, espectaculares vistas, calma, paz y cocoteros.

De nuevo, una vez más, me siento embargado por la emoción al pisar las arenas de esta maravillosa playa, nos dirigimos antes de nada, hacia los pequeños chiringuitos a pie de mar para seleccionar los peces que vamos a degustar en la comida. Escogimos tres hermosos peces y dos pequeñas langostas recién traídos por la pequeña barca de pescadores que faena en los alrededores.

Nos dirigimos hacia uno de los extremos de la playa en donde desemboca un pequeño río de aguas cristalinas y extraordinariamente frías, es una auténtica gozada sumergirte en esas aguas y dejar pasar los minutos contemplando la salvaje belleza de los miles de cocoteros que pueblan las laderas de las cercanas lomas, una pequeña casa de madera casi colgada en la ladera atrae poderosamente mi atención, es la única edificación existente y siempre me ha parecido algo irreal, surrealista, nunca me he podido imaginar quien seria el mortal capaz de instalarse a vivir allí, lejos de cualquier vestigio de civilización. De pronto me doy cuenta de que la casa antaño abandonada, parece estar restaurada y caigo en la cuenta de que por detrás de ella surge n pequeño camino antes inexistente.
Pregunto a la doña que nos vende el pan de coco ( por cierto delicioso ) y me explica una historia de venta fraudulenta de la casa, pleitos y muertes… realmente esa casa siempre me ha parecido que se encontraba en el lugar que no debía.

Paseamos por la larga playa, contemplamos el extenso palmeral, nos adentramos en el mar, nadamos, jugamos, corremos, saltamos cantamos, nos extendemos exhaustos sobre la fina arena, volvemos a sumergirnos en las cristalinas aguas, no podemos dejar de admirar tanta belleza…
Comemos el fresco pescado, bebemos las presidentes, degustamos el pan de coco y emprendemos el recorrido a lo largo de la playa, desde el otro extremo, e panorama es todavía mas espectacular, inigualable. No me cansaría de contemplar nunca este paisaje, me gustaría quedarme horas, días, semanas, meses….
Realmente si el paraíso existe, se debe de parecer enormemente a Playa Rincón.

Finalmente debemos recoger velas y emprender el tedioso retorno a Santo Domingo, no sin antes, desde lo alto, dirigir un hasta pronto a ese maravilloso espectáculo que nos ofrece la madre naturaleza.

Oriol Vicente i Cardona