lunes, octubre 23, 2006

Finde en Samaná













Un finde en Samaná

Este relato es la andanza de un grupo de seis amigos hacia el encuentro de uno de los parajes más bonitos de República Dominicana.
Salimos de la capital a las 6 AM , la ciudad aparecía casi desierta, solo unos pocos vehículos transitaban por las siempre atestadas vías de circulación y nuestros rostros cargados de sueño, eran también un auténtico poema.
Merce, Víctor, Maria, Wladi, Leo y yo, no obstante el sueño, estábamos contentos de emprender juntos esta visita que la mayoría desconocía.

En pocos minutos llegamos al peaje de salida hacia el Norte de la isla. Curiosa esta costumbre de pagar peaje por la salida de la ciudad. Rápidamente nos encontramos con los bellos paisajes de los campos que rodean Villa Altagracia, cuna del querido baladista dominicano Sergio Vargas, hoy convertido también en Senador. Atrás fuimos dejando Piedras Blancas, Bonao y abandonamos la Autopista Duarte rumbo a San Francisco de Macorís, carretera en mal estado y con sus siempre perpetuos tramos en construcción.
Atravesamos verdes campos de arroz , así como la limpia y bonita ciudad de SF Macorís, pasados unos pocos Km. en dirección Nagua, nos detuvimos a desayunar, queso frito, costillas de cerdo, fritos, batata y ya con el cuerpo lleno y la sonrisa en los labios, hacia el primer destino de nuestro viaje, Los Apartamentos Sol de Oro, en donde la amiga Fiorella, nos recibió con su tradicional amabilidad y su inimitable acento italiano.
Dejamos el ligero equipaje y casi sin respiro recorrimos los casi 70 Km. Que nos separaban del Salto del Limón.
Samaná empezaba mostrarnos sus bellezas.
Iniciamos la primera subida desde la hospitalidad de la humilde casa de Doña Querida, quien se quedo al cuidado del coche, la subida estaba en buen estado y seca, unos metros después el llano en donde una típica casa de campo dominicana nos ofrecía la primera posibilidad de descanso, pasamos de largo e iniciamos la serie bajadas y subidas que entre palmeras, cocos y pequeños campos verdes, os llevó hasta la orilla del poco caudaloso rió que atravesamos para iniciar la “dura”bajada hasta el Salto.
Realmente, el Salto del Limón, no tiene mucho de espectacular si lo comparamos con otros, pero el encanto del entorno y las pequeñas lagunas en donde el chapuzón se impone, bien valen la visita… lo jo.di.do, es la subida rompepiernas, sobre todo para los faltos de ejercicio, que éramos la mayoría.
A modo de impresión muy personal, recomendaría la visita al Salto, solo ha falta de otras alternativas, últimamente esta muy masificado y el encanto que ofrecía antaño con sus bucólicos paisajes pseudodescubrimiento y aventura selvática, dista mucho de la imagen actual de grupos organizados, sombrerito de paja y orondos michelines rojos al uso “eurocaribean”. Es triste recorrer unos treinta minutos en pleno Caribe, dando los buenos días cada treinta segundos, escuchando el “ falta mucho todavía “ y es “muy bonito, pero el camino muy duro”,etc,etc.
La comida en Rancho Santi en el pueblo de Limón, una auténtica pasada. Santi, un asturiano que lleva ya muchos años afincado en el lugar, junto su esposa Suni, han conseguido construir un paraíso para los sentidos culinarios, económico y de mucha calidad, el bacalao estilo dominicano, el pollo criollo, la carne de res, las habichuelas, los fritos ó las aceitunas para picar, estaban sencillamente deliciosas.

Y de nuevo en ruta, rumbo a Las Terrenas un lugar antaño paradisíaco, hoy convertido en un complejo turístico, donde se amalgaman diversas nacionalidades occidentales con el pueblo dominicano y un buen número de hombres y mujeres ( sobretodo mujeres) llegadas de la vecina Haití. Turismo de playa y sol, alejado de los Todo Incluido, turismo de marcha, discotecas, quads, motores y también pudimos detectar indicios de Turismo Sexual, jóvenes, demasiado jóvenes a la caza del turista sexagenario y no tan jóvenes, dispuestas/os a ganarse unos cuantos eurodólares a costa de sus agraciados encantos.
Un refrescante baño en unas cálidas y transparentes aguas, una distendida conversación bajo los siempre presentes cocoteros, contemplando una tímida puesta de sol, fueron el preludio de un agotador trayecto de regreso a Nagua, plagado de estafas ( nos sirvieron mucho menos combustible del que nos cobraron ), lluvia, espléndidas vistas sobre la Bahía y la habitual temeraria conducción dominicana, agravada por las constantes luces largas de los automóviles locales.
Ducha, cena y cama, en busca del reparador sueño para afrontar cómodamente la siguiente etapa… pero eso sí, antes una relajante caminata por la playa observando las aguas del atlántico bañadas por la radiante luna llena dominicana, todo un lujo para los sentidos.

Después de un breve chapuzón matutino y un suculento y abundante desayuno a base de mangú, huevos, jugos y café, emprendemos viaje hacia Las galeras, en el extremo más alejado de la península de Samaná. Atravesamos Santa Bárbara de Samaná contemplando los escasos vestigios coloniales ingleses ( Trujillo mando destruirlos todos excepto la iglesia ), nos maravillamos con la contemplación de Cayo Levantado y observamos el Hotel de estilo colonial inglés cobijado por un hermosísimo trozo de carretera plagado de árboles que la convierten en un verde y frondoso túnel.
Llegamos a Las Galeras y nos topamos con la única decepción del trayecto, el coqueto y típico Hotel Club Bonito, ha cambiado de propietarios y están procediendo a su remodelación, esperemos sepan mantener el encanto del lugar.

Conversamos con los pescadores que transportan a Playa Rincón, pero optamos por trasladarnos hasta allí en coche, el camino es asequible y podemos captar extraordinarias instantáneas, campos, palmerales, caballos, casas de madera, conucos, niños, baches, muchos baches, muchísimos baches… pero merece la pena, nos dirigimos hacia una de las playas más bonitas del mundo.
Pero en el camino, una parada obligada en Playita, una pequeña playa de fina arena y con cocoteros sumergiéndose en el agua, casi desierta, una maravilla de la naturaleza de la que no me atrevo a hablar mucho por miedo a que pierda ese encanto de playa solitaria.
Desde lo alto divisamos la bahía en la que se asienta Playa Rincón, espectaculares vistas, calma, paz y cocoteros.

De nuevo, una vez más, me siento embargado por la emoción al pisar las arenas de esta maravillosa playa, nos dirigimos antes de nada, hacia los pequeños chiringuitos a pie de mar para seleccionar los peces que vamos a degustar en la comida. Escogimos tres hermosos peces y dos pequeñas langostas recién traídos por la pequeña barca de pescadores que faena en los alrededores.

Nos dirigimos hacia uno de los extremos de la playa en donde desemboca un pequeño río de aguas cristalinas y extraordinariamente frías, es una auténtica gozada sumergirte en esas aguas y dejar pasar los minutos contemplando la salvaje belleza de los miles de cocoteros que pueblan las laderas de las cercanas lomas, una pequeña casa de madera casi colgada en la ladera atrae poderosamente mi atención, es la única edificación existente y siempre me ha parecido algo irreal, surrealista, nunca me he podido imaginar quien seria el mortal capaz de instalarse a vivir allí, lejos de cualquier vestigio de civilización. De pronto me doy cuenta de que la casa antaño abandonada, parece estar restaurada y caigo en la cuenta de que por detrás de ella surge n pequeño camino antes inexistente.
Pregunto a la doña que nos vende el pan de coco ( por cierto delicioso ) y me explica una historia de venta fraudulenta de la casa, pleitos y muertes… realmente esa casa siempre me ha parecido que se encontraba en el lugar que no debía.

Paseamos por la larga playa, contemplamos el extenso palmeral, nos adentramos en el mar, nadamos, jugamos, corremos, saltamos cantamos, nos extendemos exhaustos sobre la fina arena, volvemos a sumergirnos en las cristalinas aguas, no podemos dejar de admirar tanta belleza…
Comemos el fresco pescado, bebemos las presidentes, degustamos el pan de coco y emprendemos el recorrido a lo largo de la playa, desde el otro extremo, e panorama es todavía mas espectacular, inigualable. No me cansaría de contemplar nunca este paisaje, me gustaría quedarme horas, días, semanas, meses….
Realmente si el paraíso existe, se debe de parecer enormemente a Playa Rincón.

Finalmente debemos recoger velas y emprender el tedioso retorno a Santo Domingo, no sin antes, desde lo alto, dirigir un hasta pronto a ese maravilloso espectáculo que nos ofrece la madre naturaleza.

Oriol Vicente i Cardona

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Pos me parece cojonuda la excursión. Cuando podre ir yo a esse país.
Gracias

Anónimo dijo...

Un poco gastronomica la excurcion, algo vacia, quizas Juan Jacobo Rousseau tenia razon"a que viajar si nunca conoceremos el espiritud de los pueblos". Quizas hayan olvidado lo principal, no lo se. Si conoces una isla del Caribe, conoces todas, iguales problemas, igual composicion etnica, iguale suenos...ect.

Anónimo dijo...

Pues yo puedo contar tambien este viaje porque lo vivi con Oriol en primera persona. Es maravilloso el país,y hace falta mucho tiempo para conocerlo a fondo.Por cierto,y respondiendo a uno de los mensajes anonimos:no todos los paises del Caribe son iguales,o te atreverías a decir que todos los españoles somos iguales y todas las comunidades autonomas tienen el mismo paisaje y la gente tiene los mismos problemas?

Anónimo dijo...

Oriol, decirte que sabes retratar la tierra y las gentes del pueblo de esa bella isla con amor, lo mas sencillo lo muestras con la mayor importancia y mucho respeto y eso demustra que amas lo que tus ojos recogen con la camara.

Mis deseos son hacer muy pronto una excursion de las que tu muestras en las imagenes y confundirme entre las gentes de la isla.

Si luchas por lo que deseas, puede que lo consigas, si no luchas ya lo has perdido.